El Síndrome del Intestino Irritable (SII), generalmente conocido como colon irritable, es un cuadro crónico que reduce significativamente la calidad de vida de quienes lo padecen. Suele manifestarse a partir de los 35 años y su incidencia disminuye a partir de los 60, afectando principalmente a las mujeres. La enfermedad se caracteriza por la presencia de un dolor recurrente de moderada intensidad localizado en el abdomen inferior que suele durar unas dos horas, que se alivia tras la defecación y que suele respetar el sueño, acompañado de cambios en la frecuencia de las deposiciones, estreñimiento o diarrea. Otros síntomas frecuentes son la saciedad precoz tras la ingesta, náuseas, vómitos y ardor torácico, así como la sensación de evacuación incompleta y la presencia de moco en las deposiciones.
La importancia de la microbiota intestinal en el diagnóstico y tratamiento del colon irritable
Aunque se desconocen las causas responsables de su desarrollo, hay diversos mecanismos que pueden intervenir en los síntomas manifestados en el SII y que pueden desencadenarse por distintas causas como estrés, depresión o mala alimentación. Las alteraciones de la sensibilidad digestiva y la disfunción motora característica de la enfermedad, pueden derivarse de un proceso inflamatorio, sea por causa infecciosa, autoinmune o provocada por cualquiera de las estructuras que componen el eje cerebro-intestino, como hormonas y estado anímico.
Recientemente, se ha descrito la microbiota intestinal como uno de los principales agentes causantes de la SII y que condiciona este eje intestino-cerebro. Se han definido desequilibrios específicos de la microbiota intestinal que interfieren en el metabolismo de la serotonina dando lugar a la hipersensibilidad intestinal característica de estos pacientes.
Por este motivo es crucial detectar esta enfermedad con un test de diagnóstico del colon irritable basado en firmas bacterianas que garantizan un diagnóstico rápido y específico a la vez que permiten encontrar una pauta terapéutica más dirigida y efectiva.
Tratamiento nutricional para el colon irritable
El tratamiento para combatir el colon irritable dependerá de la naturaleza e intensidad de los síntomas. Existe una larga lista de opciones terapéuticas para el manejo del SII, que van desde tratamientos farmacológicos al uso de probióticos y terapias psicológicas. El tratamiento sintomático puede indicarse para reducir el gas intestinal, favorecer el tránsito y la evacuación o inhibir o ralentizar la motilidad en pacientes con diarrea. Si bien el tipo de tratamiento difiere sustancialmente según el perfil del paciente -diarreico, con estreñimiento o mixto-, las modificaciones dietéticas personalizadas son una herramienta eficaz para ayudar a hacerle frente en todos los casos.
El tratamiento nutricional consiste en comer más fibra, evitar el gluten y seguir una dieta especial baja en FODMAP, acrónimo en inglés de Fermentables, Oligosacáridos, Disacáridos, Monosacáridos y Polisacáridos, que elimina dichos componentes de la alimentación diaria de los pacientes. Estos componentes suelen encontrase en alimentos vegetales ricos en carbohidratos que son difíciles de digerir y, por consiguiente, pueden originar gases, hinchazón, dolor abdominal e incluso diarrea.
Conocer el perfil microbiológico permite combinar la opción sintomática con una terapia con pre y probióticos y/o terapia nutricional que trate la raíz del cuadro clínico. El tipo de dietas más efectivas para esta enfermedad consisten en comer más fibra, evitar el gluten y seguir una dieta especial baja en FODMAP, acrónimo en inglés de Fermentables, Oligosacáridos, Disacáridos, Monosacáridos y Polisacáridos, que elimina dichos componentes de la alimentación diaria de los pacientes. Estos componentes suelen encontrase en alimentos vegetales ricos en carbohidratos que son difíciles de digerir y, por consiguiente, pueden originar gases, hinchazón, dolor abdominal e incluso diarrea.
La dieta FODMAP excluye una gran variedad de alimentos: fruta (aguacate, albaricoque, breva, caqui, cereza, ciruela, pasas, dátil, frambuesas, guayaba, lichi, manzana, melocotón, mango, melón amarillo, mora, nectarina, pera, sandía, conservas de fruta, frutas desecadas y zumos de fruta), verduras y hortalizas (alcachofa, ajo, brócoli, espárragos, cebolla, coliflor, champiñones, escarola, hinojo, maíz dulce, puerro, pimiento rojo, remolacha, repollo, setas y salsa de tomate), lácteos (leche de vaca, cabra y oveja, yogur, helado, nata, quesos blandos, mantequilla, postres lácteos y productos elaborados con leche), legumbres (garbanzos, lentejas, judías blancas, guisantes, habas y soja), cereales (trigo, centeno, arroz integral, cereales, espelta y amaranto), carne (hamburguesas, salchichas y embutidos), frutos secos (almendras, pistachos, avellanas, cacahuetes o anacardos) y miel.
La dieta FODMAP es terapéutica, no sirve para adelgazar, y se debe seguir siempre bajo la supervisión y control de un nutricionista especializado con el objetivo de reducir o eliminar temporalmente el consumo de ciertos carbohidratos fermentables para contribuir a la mejoría del Síndrome del Colon Irritable.